sábado, 5 de octubre de 2013

¡ OH SEÑOR !




¡ OH SEÑOR !

Señor Crucificado y resucitado;
enséñanos a afrontar
los hechos de la vida cotidiana,
a fin de que podamos vivir,
dentro de una más grande plenitud.

Tú acogiste humilde y pacientemente
los fracasos de tu vida
que te llevaron hasta los sufrimientos
de tu crucificción;
ayúdanos a vivir las penas y las luchas
que nos tráe cada día
como ocasión para crecer
y para asemejarnos más a tí

Haznos capaces de mirar esas pruebas
con valentía y mansedumbre,
llenos de confianza, porque tú nos sostienes;
permítenos comprender
que no llegaremos a la plenitud de la vida,
si no morimos sin cesar a nosotros mismos
a nuestros deseos egoístas;
porque solamente si morimos contigo
podremos resucitar contigo.

¡ Que nada de ahora en adelante,
nos haga sufrir o llorar
al grado de olvidad la alegría
de tu Resurrección !

Tú eres el sol que resplandece del Padre;
tú eres la esperanza de la eterna felicidad;
tú eres el fuego del amor
que incendia nuestros corazones.

Que la alegría de Jesús sea nuestra fuerza,
que sea entre nosotros lazo de paz,
de unidad y de amor.
Amén.
(Madre Teresa de Calcuta)

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¡ OH SEÑOR !

LA GRACIA DE LA HUMILDAD,Ignacio Larrañaga



LA GRACIA DE LA HUMILDAD

Señor Jesús, manso y humilde.

Desde el polvo me sube y me domina esta
sed insaciable de estima,esta apremiante
necesidad de que todos me quieran. Mi
corazón está amasado de delirios imposibles.

Necesito redención.
Misericordia, Dios mío.
No acierto a perdonar,
el rencor me quema,
las críticas me lastiman,
los fracasos me hunden,
las rivalidades me asustan.

Mi corazón es soberbio. Dame la gracia de la
humildad, mi Señor, manso y humilde de corazón.

No sé de dónde me vienen estos locos deseos de
imponer mi voluntad, eliminar al rival, dar curso
a la venganza. Hago lo que no quiero.
ten piedad, Señor, y dame la gracia de la humildad.

gruesas cadenas amarran mi corazón: este corazón
echa raíces, sujeta y apropia cuanto soy y hago,
y cuanto me rodea. Y de esas apropiaciones me
nace tanto susto y tanto miedo, ¡infelíz de mí,
propietario de mí mismo! ¿ Quién romperá mis
cadenas? ¡Tú gracia, mi señor, pobre y humilde.
¡ Dáme la gracia de la humildad...!

La gracia de perdonar de corazón.
La gracia de aceptar la crítica y la contradicción,
ó al menos de dudar de mí mismo cuando me corrijan.
Dame la gracia de hacer tranquilamente la autocrítica.

La gracia de mantenerme sereno en los desprecios,
olvidos e indiferencias; de sentirme verdaderamente
felíz en el silencio y el anonimato; de no fomentar
autosatisfacción de los sentimientos, palabras y
hechos.

Abre, Señor, espacios libres dentro de mí para que
los puedas ocupar Tú y mis hermanos.

en fin, mi Señor Jesucristo; dame la gracia de ir
adquiriendo paulatinamente un corazón desprendido
y vacío cmo el tuyo; un corazón manso, paciente y
benigno. Cristo Jesús, manso y humilde de corazón,
haz mi corazón semejante al tuyo. AMEN.
(Ignacio Larrañaga)

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