
" YO TE REZO, SEÑOR..."
Te rezo, Señor, con la
constancia del mar
contra la roca,
cuando tu corazón como ajeno
calla.
Te rezo, Señor, con la constancia amorosa
de la ola que
acaricia la orilla,
cuando tu corazón como regazo
me recoge,
mansísimo.
Quiero, como el mar, guardar el límite exacto
que me trace
tu voluntad en cada costa.
Quiero ser plácida y tempestuosa cuando Tú
quieras.
Ser profunda como un grano de sal incorruptible
en cada día de mi
vida.
Te rezo, Señor, con la misma espera de la llanura
siempre
pendiente de la lluvia del cielo...
Quiero ser como la meseta,
ondear mis
trigos en medio de arideces...
Quiero ser plana y silenciosa,
soportando
el peso de tus estiajes...
Te rezo, Señor, con la sonrisa oferente de las
flores.
Quiero darte todo mi perfume y toda mi miel.
Quiero ser del color
que entone
con la armonía inacabable de tu Creación.
Quiero darte en
la alborada mi gracia diminuta
y al atardecer
estar a tus pies con
presencia olorosa
y con frescura de pétalos bajo tus plantas...
Soy tuya y
para Ti sólo.
Te rezo, Señor, con los cantos sencillos de lo
pájaros.
Te rezo con su vuelo, que describe las curvas desconocidas
que
les marca tu dedo.
Te rezo con sus susurros bajitos
cuando están en sus
nidos ocultos,
y con sus notas brillantes,
cuando el sol ilumina todos sus
colores...
Te rezo, Señor, con ese temblor tibio
de sus vidas
quebradizas...
Yo soy tu pajarito cantor y vacilante.
Quiero alabarte con
su misma humildad
que ignora la belleza de su tímida dulzura.
Te rezo,
Señor, con la soledad de los montes...
Quiero dejar las ciudades y acercarme
a las nubes.
Quiero subir a las cumbres para entender las rutas
desde
planos elevados...
Te rezo, Señor, con la serena algarabía de los
campos.
Brisas que mueven las ramas,
zumbido de abejas obreras,
cantos
alborotados de los pájaros desconocidos...
Grillos, saltamontes, ramitas
secas que se arrastran.
Murmullo del agua que beneficia.
Todo ese rumor
multicolor que se levanta
hasta decir en tus oídos alabanzas.
Todas
mis cosas quieren rezarte.
Las más humildes y las más humanas.
Todas son
tuyas.
Y todas, con su trabajo,
quieren agradecer tus dones...
Todos
mis momentos son tuyos
y todos quieren bendecir tu Nombre,
¡Amor
mío...!
Escrita por: Sor Ana María Primo Yúfera,
dominica
contemplativa.