lunes, 12 de marzo de 2012

" SEÑOR, ME SIENTO CANSADO " (Por Gabriel Ferrer Aloy, o.p.)



" SEÑOR, ME SIENTO CANSADO "


Siento profundo cansancio, Señor,
y cunde en mí el desaliento.
Me hiciste semejante a ti, Señor,
y me asociaste a tus obras,
que así son todas ellas imperfectas
y menesterosas de ayuda ajena.

Fue propósito tuyo que nosotros
conserváramos tu creación,
y la cultivásemos,
y la llevásemos a buen fin.
Y flacos han sido el servicio
y el uso de este poder,
que la hemos mutilado y,
en nuestro desatino,
estamos a punto de destruirla.
No es creador y sí destructor
nuestro poder, una de las cosas
más corruptoras del hombre.
No es más halagüeña nuestra
historia, que, en su raíz, es
libertad. No es toda ella mala,
que siempre hubo hombres hacendosos
empeñados en darle cumplimiento.
Muy espaciadamente acaece esto,
y es fuerza reconocer que hemos
carecido, por lo común, de energía
y nos hemos doblegado a la flaqueza.

Tan quebradizos somos, Señor! Y también tú,
Señor, has sido víctima de nuestra historia.
No nos dejaste abandonados a nuestro destino,
fruto de nuestra indolencia. Viniste al mundo
para enseñarnos que todo puede enderezarse
con tu apoyo.
Noble es mi agradecimiento por tu gesto comprensivo
y bondadoso. No me negaste tu confianza y
pusiste en mis manos tu redención, y, en mí,
está que fracase o logre cumplido acabamiento.
Tú, Señor, pudiste obrar solo y sin extrañas
colaboraciones; mas preferiste que yo fuese mi
propio redentor y tomase parte en tu sublime
empresa que rebasa mis fuerzas. Y me propusiste,
para animarme, la gloria de la resurrección,
que es superación de toda flaqueza. Y yo,
y los demás humanos, también hijos tuyos,
la mirarnos cansinamente, si no protestamos
por estos tus levantados ideales, a los que
nunca pudieron alzarse ni la imaginación ni
el pensamiento. Y todo por flaqueza.
Es para mí de gran confortamiento que nunca
tuvieras, en tu vida, reproches por
descaecimientos y sí por presunciones.
Y yo, humildemente, te agradezco el gesto
humano de tenderme tu mano, y de ayudarme
a levantar,
Abrigo en mí la firme esperanza de que seas
tú más fuerte que yo, y más paciente, y,
al fin, con tu constancia, triunfes de mi
humana flaqueza.
Por muchas cosas te doy gracias,
Señor, y de especial manera,
por tus palabras que me dices en
momentos de abatimiento: "venid a mí,
vosotros, que estáis fatigados, que
yo soy de corazón manso y humilde".

Gracias, Señor, porque hoy, como siempre,
me tiendes, de nuevo, tu mano y, en mi caída,
me levantas. ¡Gracias, Señor!
amen.
(Por Gabriel Ferrer Aloy, o.p.)




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